Prometí que escribiría un análisis comparativo sobre ‘Los años nuevos’, ‘Normal People’, ‘La mejor juventud’ y la saga ‘Antes del amanecer’. Lo hice de manera temeraria porque algo de ese calibre requeriría como mínimo de un TFG. Sea como sea, voy a intentarlo porque llevo semanas dando vueltas a la forma de relacionar infinidad de conceptos y una chica como yo, que no se calla ni debajo del agua, debe aprender a ser sucinta, resumir e ir a lo concreto. Para ello, partiré de ‘Los años nuevos’ como hoja de ruta e iré saltando hacia el resto de historias. En Tik Tok suelo hablar mucho de planificación, pero, amiga, amigo, permíteme ser más libre y profundizar según me apetezca. Espero que lo comprendas. También deseo que tu capacidad de atención te permita leerlo de un tirón. Fuck inmediatez!
Nota: No necesitas haber visto todas las series y películas que se mencionan para leer el análisis.
Nota 2: Hay spoilers, lógicamente.
Te confesaré algo. Me ha gustado mucho ‘Los años nuevos’ (en adelante, LAN), pero nunca me he creído que Ana y Óscar estuvieran realmente enamorados. Y este hecho ha marcado mi forma de ver la serie. No me pasó lo mismo con Normal People, que juega con ventaja gracias a la declaración de amor por parte de Marianne desde el principio y a la ausencia de personajes secundarios relevantes que permiten una construcción paulatina de la relación. Esto sería imposible plantearlo en LAN porque no va solo de la relación de pareja. Ya. Jaja. ¿Me lo tengo que creer? Sí, hay cierta amalgama de personajes –acentos de todo el país en las conversaciones, algo que hay que agradecer–, pero el punto de vista siempre está en Ana o en Óscar. Los secundarios tienen un arco solo a través de los main characters. Resulta un fastidio porque ya que me vas a dar un background distinto, refrescante, al menos dadle su propia agencia. En fin, cierta entidad fuera de las miradas de los protagonistas. De lo contrario, céntrate en ellos.
En este sentido, observo que hay tramas desaprovechadas que son igual –o más– interesantes. Sin ir más lejos, la del mejor amigo de Óscar que se convierte en drogadicto o la de la pareja de lesbianas que explora otras formas de relacionarse. Además, sus familias son adorables, encantadoras. El capítulo 4 es la Nochevieja más pacífica que han visto mis ojos.
En una entrevista, Sorogoyen explica las decisiones que tomó desde la Dirección y la Dirección de fotografía para remarcar que “el mundo les va pesando”. Cámara fija en el estancamiento de la relación en Berlín, más profundidad de campo para destacar que la ilusión del principio del amor, en el que no ves más que al amado, se ha disipado y comienzas a observar la realidad tal cual es... Yo me pregunto si realmente les pesa el mundo porque, objetivamente, lo tienen todo a favor. ¿O sencillamente el problema reside en ellos mismos, en sus decisiones más o menos conscientes y en su incapacidad para tomar una decisión, para quedarse o para dejar ir? Es como si vivieran en un coste de oportunidad constante.
Por tanto, en mi esquema mental, solo están Ana y Óscar. Ahora bien, estaremos de acuerdo en que no es la Normal People española. Para empezar, Sally Rooney es marxista y sus obras están atravesadas por la diferencia de clases. En LAN, ambos son de la misma clase media-alta, profesiones liberales y poseen un buen colchón al que tirarse cuando las cosas no les van bien económicamente. NP es un coming of age. Resulta más dramático que LAN no solo por su estética, sino porque Connell y Marianne son personajes mucho más lánguidos –más intensitos– que Ana y Óscar.
Si bien Normal People está estructurado con la precisión de un reloj, en LAN se prioriza el realismo por encima de cualquier división por actos. Los guionistas se empeñan en captar la naturalidad en el discurso a través de la repetición, el error o despreocupación por el lenguaje más llano o burdo. Tal cual hablamos, vaya. Es tal la sencillez –en el mejor sentido de la palabra– que, a ratos parece que no estás en tu salón, sino en una fiesta a la que no has sido invitado de gente muy guay que escucha música en vinilos y entiende de vinos.
Lo gracioso es que la serie funciona mejor cuando la estructura se vuelve visible. Me explico. Seguro que te acuerdas de ‘500 days of Summer’, cuando Tom recapitula su relación y se pregunta en qué momento empezó a ir mal. En LAN está claro: cuando no se van a Escocia. El deseo de Ana siempre ha sido vivir fuera de España –¡por favor, si la noche en la que se conocieron, él le compró un billete a Canadá!–, pero él es rígido y cuadriculado, un Tauro de manual, y no quiere dejar su trabajo en Madrid. Se trata de dos escenarios legítimos, pero eso no quita que no les repercuta. De hecho, en el capítulo 7, comprobamos cómo Ana se termina marchando a Lyon.
Por eso, lo más interesante de LAN es la aplicación de la teoría del no. Lo que no dicen, lo que no hacen. Eso es lo que verdaderamente les pesa. La cobardía de los personajes es la cualidad que más los humaniza y con la que más empatizamos. Esos ‘no’ también se aplican a otros elementos interesantes como a lo que no se cuenta de un año a otro.
Siempre es de agradecer la innovación en cuanto a estructura. Ya que nadie –el capitalismo de plataformas– quiere volver al modelo de series de 20 capítulos por temporada, resulta un soplo de aire fresco cuando se usan elementos tan clásicos como las elipsis (never forget Lawrence de Arabia) de una forma tan desprejuiciada porque confías en tu público. No lo tomas por gilipollas. Al contrario: le supones inteligente. Entiendes que no va a irse a Netflix a ver la última película navideña de Lindsay Lohan porque durante los cincos primeros minutos de cada capítulo no se entienda muy bien qué ha pasado a lo largo de UN AÑO ENTERO y necesite ubicarse. Esa dilación del tiempo y del enigma es fantástico, una delicia, como encontrar un animal mitológico.
Actualmente todo son referencias. Parece que si tus personajes no calcan los gustos del creador o de lo que se estila es porque, en pocas palabras, tus personajes son una puta mierda. ¿No? ¿No va a así? Ana y Óscar son melómanos y cinéfilos. Han escuchado a Rodrigo Cuevas antes que nadie y proponen ver ‘La mejor juventud’ varias veces.
‘La mejor juventud’ es una película italiana que cuenta la historia de dos hermanos desde los años 60, pasando por los años de plomo, hasta el 2003. No tan poética como ‘La mirada de Ulises’ de Angelopoulos, pero sí tan conmovedora como ‘La amiga estupenda’ de Elena Ferrante. ‘La mejor juventud’ está repleta de símbolos. Es la representación de un país a ratos decrépito y otros esperanzado y lleno de vida. ¿Por qué eligen verla? ¿Por qué nunca la ven? ¿Es esta idea de vicisitud la relación que guarda la película con Ana y Óscar? Además del asombroso parecido físico de Ana con Giulia (¡!), ¿qué podríamos decir que tienen en común?
Sabiendo que se trata de una película –maravillosa– prácticamente inaccesible por cualquier mortal porque no se encuentra en ninguna plataforma y cuya duración ronda las seis horas. (Dejo un enlace a drive.) No me queda claro.
Tampoco entiendo la elección más allá de la demostración de intelectualidad –a favor, por cierto–. Hay algo que me rechina. Quizá el problema sea evidenciar las referencias, hacerlas explícitas. En ‘La mejor juventud’, sabes que Nicola, el protagonista, es maoísta porque en el 68 es un joven revolucionario que tiene un poster de Mao en la pared y porque sus acciones –ocupar la universidad– lo respaldan. El protagonista crece y se vuelve un socialdemócrata. Ejm. ¿Cómo lo sabemos si no nos ha dicho que vota al PSOE? Porque ya no hay póster. No necesito plano detalle ni que el protagonista le diga a su mujer: Giulia, ¡ey! ¿Has quitado el poster de Mao? ¿Por? Anda, no te escondas, sé que estás en las Brigadas Rojas.
Ojo, no culpo a Ana y Óscar por buscar cierta erudición. Yo también soy hija de esta época y a veces escribo esa clase de diálogos porque, siendo honesta, me gusta asomarme a observar el homo fictus, esa alma límpida de los protagonistas en la ficción. Ahora bien, ¿dónde acaba el alma de éstos y dónde empieza el de sus creadores? No soy muy tiquismiquis con la verosimilitud, pero ¿de dónde han sacado ese capital cultural? Nacho Vegas, Benjamín Prado... Volviendo a las acciones que respaldan la personalidad de nuestros protas, ¿cuáles llevan a cabo Ana y Óscar para que nos resulten personajes redondos? Por ejemplo, ¿qué ideología tienen? Más allá de ser votantes de Más Madrid. ¿Cómo les afectan las condiciones materiales del entorno? No son tan complejos y ¡¡eso es legítimo!! Entonces no lo estropees creyendo que lo enriqueces. Menos siempre es más. La esencia siempre se perpetúa y ‘Antes del amanecer’ acierta en ello.
Considero que no debemos referenciar porque sí, a pesar de que cada vez más series y películas lo hagan. Comprendo que es una forma de honrar lo que nos precede, pero supone relacionarlas a la fuerza, en plan “te digo yo que, aunque calce un 39, me meto en un 37”. Hay que ser extremadamente cuidadosa para que, a la hora de usar referentes claramente mejores que tu historia, no parezca un intento vacuo de suplir la mediocridad de ésta.
La Mesías, sin ir más lejos, también disponible en el catálogo de Movistar, dedicó un capítulo entero a ‘Cantando bajo la lluvia’. Ahora bien, en este punto, I couldn’t help but wonder, ¿quién se acuerda ya de La Mesías? Nadie. Solo quedan los ecos de esa amiga borracha que te la recomendó por primera vez porque le explotó la cabeza y este artículo tan brillante de Enric Albero.
Mi sensación quizás tiene que ver con el olvido –tan fugaz– y con la cantidad desproporcionada de consumo cultural al año. Matizo: más que cantidad, la nula reflexión a posteriori al margen de algún comentario gracioso en Letterboxd o del rt de un chascarrillo de oyente de cope en Twitter (fan).
Está bien, está bien, no me pondré en plan “como no soy yo literal me enfado y no respiro”, pero esos instantes de persona insoportable me transportaban a un sketch de pantomima full. ¡No es que yo quiera usar la configuración de la identidad de uno a través de lo que ve, lee y escucha como arma arrojadiza!, pero es que me lo dejáis a huevo. ¿Somos solo lo que “consumimos”? Salid al mundo y veréis que no es cierto. Me da pena porque me gustaría ver en pantalla cómo se ama fuera del nicho de la industria que hace el cine, porque se ama distinto.
El quid de la cuestión: No eres solo tú, también soy yo.
Hace unos meses el guionista Marc Martínez-Campayo publicó en ctxt un artículo titulado «soy yo literal» sobre la necesidad de identificación en la cultura. Decía cosas tan interesantes como esta:
Esta falacia no lleva solamente a descartar todo aquello que no “resuene con nosotros”, sino que invalida cualquier tipo de análisis crítico que pueda hacerse sobre ello, pues sólo es importante poder decir “soy yo, esto soy yo”.
La duda que queda es si la intención real de las creadoras, Rodrigo Sorogoyen, Paula Fabra y Sara Cano, es que el público general se identifique con la historia. Es una meta loable siempre que nos permita vislumbrar otras perspectivas. “Soy yo literal” hasta que la protagonista, por ejemplo, cometa un error, se comporte como una mala persona o se vuelva la mujer más inocente del planeta y entonces deje de verme reflejada en ella. Pero no es que pierda el interés, sino que se abre ante mí un abanico de posibilidades de actuación que yo no había contemplado y a los que me acerco sin juzgar.
A veces, las etiquetas se convierten en un problema de marketing, como ya pasó con series como ‘Cardo’ o ‘Autodefensa’, tratando de vendernos una historia concreta y particular como algo generacional, como si yo, de todas todas, me tuviera que sentir representada. Y eso enfada porque tú puedes crear una historia, liberarla y que tu público la haga suya, pero no puedes invertir el proceso a la fuerza. Nadie tolera que le digan quién o qué es si no lo ha deducido previamente.
Ya no buscamos que, por ejemplo, una película nos diga algo (es decir: verla y sacar de ella una conclusión –si la tiene–, aunque sea una conclusión con la que no estemos de acuerdo), sino que buscamos extraer de la película aquello que nosotros queremos que diga, el proceso contrario, que refuerce las ideas con las que venimos de casa a través de lo que veamos proyectado.
Esto lo explica mucho mejor que yo el filósofo Eudald Espluga en su libro “No seas tú mismo”, así que no me detendré demasiado conceptualizando qué es –y qué no– lo generacional. Solo diré que yo no veo esta serie para reflejarme en ella, como sí me ocurre con otras que llevan “Girl” en el título. Pero si has vivido en Madrid y estás en el mundillo, te vas a sentir identificado porque hay muchos lugares comunes. Yo viví en Puerta de Toledo con mi novio, que corre medias maratones. Pero también me han dejado y he sido dejada, como ocurre en ‘Normal People’, y he tenido citas en forma de paseos interminables como en ‘Antes del Atardecer’ porque me relaciono con los demás; ¡porque son experiencias básicas! No le pidamos peras al olmo. Esta serie no es el reflejo de tu historia, ni de la mía. Lo que ocurre es que trata el gran tema universal: el amor.
¿De verdad nos ha gustado tanto? ¿De verdad todo el mundo habla de ella?
Movistar es una plataforma muy transparente en sus datos. Y el dato es que, a pesar de la enorme calidad de la serie y de los hallazgos de la producción, casi nadie ha visto LAN. Si bien es cierto que no todas las series buscan una audiencia grande –algunas existen gracias a la reivindicación necesaria del arte por el arte o al privilegio de estar respaldadas por creadores muy cotizados–, considero que ‘Los años nuevos’ sí buscaba posicionarse como un éxito.
Siento que vivimos en burbujas y que nos regodeamos de nuestras paredes de eco. No tengo solución a la desconexión hacia el público general porque me encantaría que mucha más gente la viera, opinara y tuviera lugar cierto debate, pero para ello hay que pisar hierba y entender qué demanda la sociedad en que vivimos. También me surgen otras preguntas, ¿de qué manera podemos ser más pedagógicos para acercarnos debidamente? Porque esta es mi realidad: a mi madre, que devoró ‘Querer’, le está costando trabajo acabarla, mi amiga más cinéfila no tiene Movistar y mi hermana –más joven que yo y amante de las romcom– dice que no le interesa la premisa.
¿A quién nos gusta ‘Los años nuevos’?
G.
Me ha gustado mucho tu reflexión. Personalmente, creo que LAN está sobrevalorada, está de moda dentro de un nicho muy específico y si dices que no es para tanto te miran mal.
A mí no me ha disgustado, no significa que me haya gustado, hay cosas que me chirrían, odio a los dos personajes principales, creo que se merecen el uno al otro: una es mezquina y el otro es un triste y están juntos sin saber quererse.
Estoy de acuerdo contigo en tu reflexión sobre lo referencial. Es muy cansino ver este corte de personajes en la ficción española.
Ay Gemma de verdad lo que me gusta verte en TikTok y luego leerte aquí es una maravilla <3 Tengo que verme esta serie pero Normal People siempre me deja tan mal que me da PANIC esta