Que el oficio de la escritura se cultivaba yo no lo supe hasta hace bien poco. Cuando escribí Dama de pueblo acababa de dar mis primeras clases de narrativa. Imaginarás lo que aún me quedaba por aprender. Por Dios, si incluso ahora me siento más ignorante que nunca. Con la autoestima de un hombre, sí, pero con la convicción de que soy joven e inexperta. Y menos mal. El caso es que si mi libro estuvo bien, se debió a una intuición muy oportuna porque podría haber sido un desastre. No tenía un método y me acercaba al texto a partir de las imágenes de mi recuerdo. Ya no soy esa escritora. O al menos no todo el tiempo.
Como escribir es amar, cada vez que lo hago –que escribo– me preparo como si tuviera enfrente al mejor amante. O al mejor amado. No se trata de un ritual especialmente original, pero me sirve para aclarar las ideas. A continuación, os traigo mis diez consejos de belleza para lucir una piel tersa y luminosa. Sí. El titular viene a ser un poco clickbait. Quizá haya alejado a alguien. Ese alguien no nos interesa ni a ti ni a mí. ¿Qué hay de la curiosidad? Sin ella, ¡estamos perdidas!
1. Ten la disciplina del ejército espartano.
Puedes considerarte a ti misma escritora sin ser publicada, pero jamás lo serás de veras si no tienes una disciplina militar. Y de esta burra no me baja nadie. Sí, en esta idea de la escritura como rutina soy muy intolerante. Saca media hora para escribir a diario. ¿No puedes? ¿Apelas a las condiciones materiales de la clase trabajadora? Yo también las padezco. ¿Os creéis no soy yo más pobre que las ratas? Hoy he trabajado nueve horas y estoy escribiendo esto a la una de la mañana con un ojo medio cerrado. Me siento la mujer escritora más afortunada del planeta porque ahora mismo tú, en otro tiempo, me estás leyendo. ¿Cómo no voy a tratar de mejorar en eso que mi vanidad me obliga a llamar “don”?
2. Convierte la escritura en un ritual.
Lo debes disfrutar. Por más que parta de una autoexigencia, de una obligación para formarte un oficio en condiciones, tienes que encontrar el placer en ello. De lo contrario, ¿qué sentido tiene? Quizá te guste escribir, pero definitivamente no eres escritora. Tuve un magnifico profesor –José C. Vales– que siempre decía que el estudio de la literatura y el oficio de la escritura no son tareas “románticas” –románticas, matizaba, en el sentido popular actual de la palabra–, pues nos vamos arrugando y palidecemos; perdemos la vista, se acentúa la chepa y nos aquejamos de dolores de espalda. En el futuro se me conocerá por padecerlas todas, de eso estoy segura. Pero no me importa. Os comento mi ritual particular.
Como Jo March, tenga una ropa para escribir mejor. En concreto, el pijama. A veces innovo y me pongo algo ceñido, como si el verme sexy me hiciera creerme también más inteligente. Si sigo teniendo dinero en la cuenta, me doy el capricho de comprarme una vela. Si no, solo acompaño ese rato de un café. Sea la hora que sea. Ahora mismo, estoy tomando café. Me dormiré en un rato como un bebé al que sus padres adoran porque no molesta y descansa toda la noche del tirón. Ese bebé será insoportable de mayor, tampoco tengo dudas de eso. Como sea, suelo escribir de noche aunque deba madrugar. Intento hacerlo de buen humor, en una tono entre lo tierno y lo mordaz, pero no siempre lo consigo.
A veces me gustaría tener más tiempo para desechar algunos párrafos y ahondar en otros porque sé a ciencia cierta que los hallazgos surgen así, al probar y relacionar más de un par de ideas. Sin embargo, la premura de esta newsletter, la obligatoriedad de su publicación –su incumplimiento no conlleva pena de prisión, solo autoflagelación– me sirve de límite. Lo que está es lo que hay. Con esto tengo que vivir: sea extraordinario o una puta mierda.
No soporto escribir en una habitación con gente. Puedo escribir con ruido o música, pero no con personas pululando a mi alrededor. Es como si el proceso de sentarme en una postura incomodísima –nunca me hallo recta– me hiciera más permeable -más vulnerable- y me inundara fácilmente de las vidas de los demás. A veces esto es bueno. Otras, solo consigue contaminar lo creado. Creo que fue Jonas Mekas quien dijo:
Bueno. Reconozco que me resisto a esta idea –en este momento del proceso– porque necesito soledad.
3. Dale forma a lo que estás pensando. Estructura.
No te pongas a escribir directamente sobre el folio en blanco sin un rumbo fijo. ¿Qué crees que va a salir? ¿Jane Eyre? Da igual que “solo” sea una newsletter, un libro con Penguin o la felicitación a una amiga. Juntar palabras es sagrado. No lo banalices. Los intelectuales que juegan al ajedrez quizá puedan permitirse algo así, aunque dudo que lo consigan porque al final la socialización a posteriori que propone la escritura los aterraría y se darían por vencidos. Hay que ser valiente para escribir y tu ya lo estás siendo. Me lo digo también a mí misma.
Suelo estructurar en función al contenido o al tipo de texto. Por ejemplo, este es simple.
Introducción
Una lista casi cronológica de consejos en base a mi proceso de escritura
Una frase final
Si ya has determinado el destino, como un destello, has recorrido medio camino.
4. Cuéntame de ti.
Si no sabes por donde empezar, haz como yo: airea tus miserias. Cuenta chascarrillos. Tira de anécdotas. Si no tienes, invéntatelas. En mi opinión es la mejor manera de partir de cero. No tiene por qué estar escrito en una primera persona; ese ataque de disentería en mitad de la discoteca de tu pueblo le puede haber pasado a tu prima en lugar de a ti. Imagina que estás con gente de tu absoluta confianza. Solo te leen cientos de personas en el mejor de los casos. Quien tiene miedo a la exposición, que no nazca. O que no nazca en este siglo, I guess.
5. Escribe como se habla.
Es inevitable ponernos algo pomposas de vez en cuando, pero la realidad es que nada es tan sofisticado como la sencillez. Dentro del espectro infinito de voces aurorales con las que nos podemos topar, siempre habrá un lugar especial en el cielo de la literatura para aquellas que saben de la complejidad de una oración simple, de la concatenación de varias de ellas o de un buen insulto. Ay. Eso me encanta. Me conecta automáticamente con el texto que, de alguna manera, se convierte en algo tangible.
6. No escribas a partir de la mirada ajena.
¿Eres tonta? ¿Miras a tu texto con el desprecio con el que te miraba la bully de tu instituto cuando eras adolescente? En plan, sí. Eres tonta del culo.
No hagas caso de ninguna mirada más que de la tuya mientras escribas. De lo contrario, nunca te parecerá lo suficientemente bueno porque nunca conseguirás contentar a todos. Cosa imposible, por otra parte. No puedes ser equidistante en la escritura. Y preferiblemente en la vida tampoco. Toma partido y lucha por tu propio juicio. Nadie mejor que tú lo va a defender. Siéntete orgullosa de tu pequeña criatura. Ahora bien, una vez acabes, no te aferres a ella. Deja que le corten el pelo a lo bob porque le favorece por la forma de la cara. Permite que la vistan con ropa de Vinted o de marca, pero siempre bajo tu criterio límpido y a la vez, formado.
Una vez leí a un programador de cine que cada vez que veía un “fruncir el ceño” en una novela, la dejaba de leer. Bien, como te pasa a ti cuando no te das un mínimo de cariño, hay días tontos y tontos todos los días. Las convenciones están para usarlas. No estoy animando a que abusemos de ellas, solo digo que no hay nada malo en quedar a tomar algo de vez en cuando en lugares comunes. Yo frunzo el ceño más de lo que me gustaría. ¡Si soy miope! ¡Y encima gesticulo como si fuera Emma Stone! Claro que lo voy a escribir en mi libro en los términos que yo elija, esto es, sin miedo a nada. Dios mío, toda la industria de la cosmética y la medicina estética nos promete acabar con nuestro ceño fruncido para que nunca más volvamos a saber de él. No queráis borrarlo de vuestra frente; tampoco de vuestro vocabulario.
7. No exageres. O quizá sí.
Verás. En mi primera clase de Escritura creativa dije –cual niña pedante con claras intenciones de quedar por encima de los demás y de sorprender a una profesora que cuando yo iba, ella ya había venido– que mis libros favoritos eran La insoportable levedad del ser y Cien años de soledad, y que cuando escribía, lo hacía creyéndome Sylvia Plath. Ahora vuelvo la vista hacia aquel recuerdo y ya apenas me martirizo… Solo me avergüenzo con cada centímetro de cuerpo. Digamos que no me he perdonado aún. Lo que quiero decir con esto es que no te hagas la intensa. Rebájale dramatismo a tu texto porque irremediablemente te va a salir fatal. Feo. Errático. Sin gracia. Esto es como el inglés; cuando no se maneja, –en realidad, todas seguimos aprendiendo español– es preferible rebajar el nivel y chapurrear cuatro palabras mal dichas para que nos entendamos todas a tratar de formular una oración subordinada que deje claro lo perdidas que estamos. ¿Me explico? Espero que sí. Sencillez por encima de estupendismo, creo haber oído por ahí.
Friendly reminder: No temas a los gerundios.
De un tiempo a esta parte la fobia a los gerundios y a los adverbios ha producido una suerte de apartheid en esta nuestra lengua. El asunto me tiene hasta el moño. ¡Qué es eso de marginar a los gerundios! Aprendamos a usarlos, pero no los condenemos al ostracismo porque entonces me iré yo con ellos en plan camaradería.
He luchado en la batalla por muchos gerundios que jamás me agradecieron nada porque lamentablemente murieron. De hecho, si tuviera una correctora delante, lo más probable –y con buen tino– es que quitara ese adverbio, pero este es mi espacio seguro. Afortunadamente.
En este sentido, tengo que recomendar el uso de la cosa más divertida del mundo: el diccionario combinatorio. Si no lo conoces, mejor. Adéntrate en esta secta y ya me contarás la review.
8. Lee mucho y lee en español.
¿Parezco este hombre? No me importa.
La realidad es que leo mucho en inglés y también literatura anglosajona traducida. Cuando este hábito se dilata en el tiempo, puedo afirmar de forma no irónica que mi estilo cambia. Se vuelve más etéreo, más impersonal, menos comprometido. Por excelente que sea una traducción, considero que hay que leer en el idioma original en la medida de lo posible. Supongo que es una cuestión de oralidad, de ritmo, de fluidez. I don’t really know.
9. Descansa, aunque suene burgués.
No me refiero a que duermas ocho horas diarias. Hablo de tener de vez en cuando más de cuatro o cinco horas libres durante la tarde de un domingo y elegir dormir de manera consciente, como en el libro Mi año de descanso y relajación. Así saqué ayer varias ideas que albergaba en el sótano de la apatía por no haberle prestado demasiada atención. Sencillamente llegue a casa tras dejar a mi madre en el Blablacar –había venido a pasar el fin de semana a Madrid–, abrí el sofá cama y me dispuse a leer. Duré veinte minutos. Dormía varias horas de siesta en las que me despertaba, sonreía, me acurrucaba entre el nórdico, movía mis pies hasta acomodarlos como si fuera un perro y me dormía de nuevo. Así se sucedió la tarde. Qué gran tarde.
10. Recita tu texto.
Léelo en voz alta. No como si tuvieras un chicle, sino como si lo fueras a interpretar ante una audiencia. Si es bueno, tu ego y tú no necesitaréis esa estúpida clase de pilates. ¡Bórrate ya! Si es malo, enhorabuena. Lo has detectado antes de que el resto pueda cerciorarse de tu mediocridad. ¡Celebremos! De lo contrario, si no lo lees, ¿cómo controlas el ritmo? Me refiero a que la voz de tu cabeza corre a una velocidad impresionante. No puedes dejarte guiar por ella, sería como meterte voluntariamente en uno de los aviones del 11S conociendo su destino de antemano porque realmente, quieres morir. Y por supuesto que no quieres morir. Al menos hoy no. Hoy solo quieres que tu texto exista e importe. Ser leída y, qué coño, ser disfrutada. Quien diga lo contrario, al paredón de los hipócritas.
Si llegadas a este punto no te han entrado ganas de escribir, es que no he hecho bien mi trabajo. Es broma. Sé que sí, que lo he hecho y creo que ya te ha surgido una idea nueva de la que partir, una frase ocurrente o una historieta tierna. Sea como sea, recuerda esta certeza: tengo ganas de leerte.
G.
Y sí, me animaste a escribir. Me apasiona leer y escribir pero nunca lo he hecho profesionalmente. Lo máximo que hago es Journaling pero quisiera hacer escritos donde registrar mis pensamientos y consejos que a mi me hubiera gustado saber en su momento :)
Hoy necesitaba leer esto, así que gracias por escribirlo. 🙌🏼✨