Un análisis con spoilers.
Tuve un noviete que me corregía siempre. Era terrorífico. Aparecía cual martillo pilón para matizarlo todo, por minucioso que fuera. Recuerdo que un día dije de alguien que era un materialista. Él me contestó: Eso que acabas de decir es una tontería. ¿Acaso sabes lo que es el materialismo y el idealismo? Joder, hablas fatal, siempre en el sentido contrario de lo que significan las palabras. Yo debí haberle gritado: “Señor, suélteme el brazo” porque lo mío había sido un mero comentario; quería referirme a alguien consumista, superficial. Desgraciadamente, tenía 17 años y muy poco criterio por lo que, en su lugar, me obsesioné por tratar de entender sus correcciones. Ay, los hombres. Ay, la validación. Cuando me enteré de que la nueva película de Celine Song se llamaba así, me acordé de aquella anécdota y de aquel chico, y me dieron escalofríos. No iba mal encaminada.
Hay que ver Materialists porque hay que hablar de Materialists. Adoro las historias que quizá no nos encanten, pero que, sin duda, dan conversación, abren debate. En principio, suelo dejar reposar los visionados varios días –por no decir que es la una de la noche y que mañana trabajo desde bien temprano–, pero necesito transcribir lo que he pensado al verla. Qué sé yo, será la urgencia capitalista.
Amigas, ahora podemos exclamar sin lugar a dudas: Estamos en una recesión. Y de las gordas. Tanto es así que no hemos vuelto a las rom-com de los 2000 ¡porque esta ni siquiera es una romcom! En todo caso, se trata de una romcom impostada.
Ya lo comprobamos con “El apartamento”, también conocido como el mejor clásico de todos los tiempos; se parte de una premisa de comedia romántica para convertirse posteriormente en un drama, en una historia profundamente humana. Wilder lo consigue, Celine Song se queda a medias. No voy a entrar en si es buena o mala. Solo diré que Materialists es una de las películas más tristes de este año. He salido del cine con el alma apagada. ¿Cómo describirlo? Ante la tesis de la película, me convierto en el meme que reza “no me regañe, jefe, vengo con el corazón roto y sin desayunar”. Quizá eso era lo que buscaba la directora: que no fuera un final abiertamente feliz (no en el sentido de happy ending al uso), pero me jode tanto tener que buscarle el subtexto a las películas para que acaben concordando con lo que creo que la directora ha querido decir en función de las entrevistas que ha concedido. Una película es la obra y ya. En todo caso la intrahistoria del rodaje, del proceso. No lo que sucede después con ella. ¿O estoy equivocada? Bajo mi punto de vista, a Sirat no le ha salido la estrategia especialmente bien, a pesar de que, ojo, las palabras de su director nos hayan dado momentos estelares. Recordemos que tras atiborrar de adjetivos su propia película, el actor Sergi López le contestó a Oliver Laxe: “Eres un máquina, tío”.
Pero estudiemos la premisa.
“Lucy es una joven matchmaker de Nueva York que se encarga de unir solteros para encontrar la pareja perfecta. Sin embargo, su mundo se desestabiliza al encontrarse atrapada en un triángulo amoroso con Harry, un apuesto financiero multimillonario, y su exnovio John, un actor de poco éxito.”
Chica + trabajo divertido y contrapuesto a su personalidad. Ella es una soltera que busca parejas para los demás.
No uno, sino con dos chicos. Lucy verbaliza que el próximo novio que tenga será su marido, pero la realidad es que, como veremos más adelante: ella está en la puta gloria estando soltera. ¡Y ni siquiera tiene a nadie que la presione por casarse! Tal cual está diseñado ahora, ¿por qué claudicar en estar con alguien?
En teoría, esto da lugar a un dilema, que hace tambalear los “principios” de la protagonista. ¿Cuáles? A mí no me quedan claros A veces es crítica, otras es cínica. Y no me refiero a que sea un personaje redondo o complejo.
En definitiva, el film posee todos los elementos propios del género de la comedia romántica, pero pasados por la pátina de su autora quien, por supuesto, muy autora y mucho autora, busca obtener lo mejor de los dos mundos: separarse lo suficientemente del género para no ser tachada de frívola (de lo que trata en su película –la superficialidad–¡!), pero a la vez quedarse en las convenciones del género, aprovechando el filón, y afirmar que lo ha renovado. Lo reivindico mientras lo cambio desde dentro. Y en principio me parece bien, pero ¿cuándo funciona que un sistema se cambie desde dentro?
Is this pop star a feminist? Is mastercard a queer ally? is this celebrity my friend? is this story la socialdemocracia hecha película?
En Materialists se parte de dar todo por hecho.
Para Lucy, el matrimonio es un acuerdo comercial. Asimismo, reduce las personas a mercancía a través de la reunión de una serie de atributos físicos que, junto al dinero que ganan y una serie de hobbies, las sitúan en un status o en otro. Eres premium si ganas más de 500k; eres unicornio si te pareces a Pedro Pascal (Harry) que, para que nos hagamos una idea, Dakota Johnson lo describe como un hombre perfecto al aludir a su altura (cuando se desvele esta mentira, atenderemos a cierta vulnerabilidad en el personaje, sin llegar a empatizar: me la trae al pairo), a su trabajo (finanzas, capital privado), a su sueldo, a su apariencia, a su caballerosidad… Me preguntaba todo el rato: ¿Dónde está la ideología? ¿A quién has votado, eh? Me vendes que eres encantador, pero has votado a los republicanos, hijo de puta. ¿Ah, ha sido a los demócratas? Misma opinión.
Tanto me estaba enfadando que he sentido una alegría tremenda cuando John se ha descrito a sí mismo como un actor precario que vota a Sanders. Querido: Si alguna vez nos vemos por ahí, invítame a un café y hazme el amor.
Es curioso (y normal) que Celine Song se moleste tanto cuando alguna “chica chulísima que resulta ser Carmen Polo” se ría del personaje de John por ser “a broke man”. Una de las consecuencias del capitalismo es la deshumanización, pero sorpresa ¡también en las narrativas, en las historias que nos contamos a nosotras mismas! Si Materialists era una crítica a esto, qué tibia ha quedado. Es decir, si es que alguna vez la película tuvo un espíritu reivindicativo o revolucionario (perdón por usar esta palabra en vano), desde luego quedó desactivado cuando dio por hecho algo que habíamos superado ya: la idea de que todos nos queremos casar.
El prólogo.
Pero empecemos por el principio, que irremediablemente nos recuerda a “Barbie (2023, Greta Gerwig). Un primer plano de montañas, cielo, naturaleza. Un “cavernícola” le coloca a otra una florecita en el dedo corazón. La verdad es que me ha parecido decepcionante porque no ha empezado a sonar “Sarà perché ti amo” versión tecno. Una boda fallida. Como sea, esta escena bochornosa tendrá su rima al final.
Lucy tiene un trabajo ruin. Ella es consciente de que es una basura. “Soy como un corredor de seguros. Soy una mala persona”. Sin embargo, no hace nada para remediarlo. (¡Ni siquiera llegará a dejarlo de manera oficial porque la acaban ascendiendo! ¡Seguirá creyendo en el sistema!). El caso es que en una de las bodas de sus clientes, Lucy conoce al hermano del novio (Harry, aka Pedro Pascal), quien se interesa por ella, y se reencuentra con su exnovio, John, que trabaja como camarero. A partir de aquí tendrá citas con Harry y le volverá a restregar al otro que es más pobre que las ratas. Sin embargo, no termina de soltar al ex. Mmm… un poco maricomplejines nuestra Lucy, ¿no?
La subtrama –que es la que suele llevar inherente el tema de la película– debía ser grandilocuente.
Debía ser seria para diferenciarse de “otras” romcom. Ya sabéis, hablar sobre algo profundo –que no fuera una simple trama de SATC– a la vez que ayudaba a la protagonista a progresar en su arco de transformación. Entonces Celine Song decide introducir algo que, en mi opinión, cambia por completo el tono de la película. Un cliente de Lucy agrede sexualmente a otra de sus clientas en una cita. Tengamos en cuenta además que esta mujer está desesperada por encontrar pareja y que ningún hombre parece ser el idóneo. Lleva tanto tiempo que hasta ve en Lucy una amiga. Aparecen así sentimientos interesantes a explorar: la culpa (¿cuánta responsabilidad mía hay en todo esto?), la sororidad, las consecuencias de nuestro trabajo, la complicidad con el sistema. Pero nada tiene mayor trascendencia. ¿Para qué, verdad? Si podemos resolverlo con un preciso deus ex-machina.
La protagonista no hace cosas la mayor parte de la película. A la protagonista le pasan cosas. Y eso no te aguanta un largometraje. De hecho, la única vez que coge el toro por los cuernos es cuando deja a Harry y realmente… ¿la comprendes? ¿Es una decisión motivada? Evidentemente no hay química, pero ¿acaso la hay con John?
Celine Song se sirve de dos elementos para remarcar el contraste entre la vida de “pobres” y la vida de “ricos”. No me gusta hablar en estos términos, pero ya me entendéis. Estos dos elementos son el cambio de punto de vista y los flashbacks. Lucy se despierta en un ático con decoración africana y desayuna huevos con salmón mientras Harry se marcha a “trabajar”. John comparte piso a sus treinta y tantos y apenas le queda pasta de dientes. De nuevo: valor, valor, valor.
“Me gustas porque me haces sentir muy valiosa”.
Esto le comenta Lucy a Harry, en contraposición con lo que le dijo a John cuando salían juntos: No es que no nos queramos, es que somos pobres. Ambas frases son un cuadro, pero no son mentira. A lo que voy es que un personaje no tiene por qué ser moral ni justo ni hablar el idioma de la verdad. ¿Es esta la forma en que Song critica tal dinámica? En caso afirmativo, confirmamos que la película es muy sutil en su tesis, pero muy burda en el planteamiento de su tono y tema.
Por mi parte, no podía parar de pensar en mis amigas. ¿Estarían preguntándose lo mismo que yo? Esto es, ¿quién soy yo en estos términos? Gema, 1.58 cm… ya he fallado. Ya vamos mal. Y sin embargo, soy una tía increíble. (Ojalá todas hayamos llegado a esa conclusión).
La construcción de personajes es esencialmente psicologista.
Mis padres eran pobres y se divorciaron por lo tanto proyecto este “trauma” en mis futuras relaciones. Así viví la infancia, así queda determinado mi deseo. El pobre John sigue necesitando la validación de la wannabe de Lucy. Lo vemos cuando le confiesa: “estamos en una boda de otros y años después sigo sin poder permitirme estar contigo”. Permitirme estar contigo… pero ¡qué tontería es esa!
El final pretende ser “Harry encontró a Sally”,
pero ni estamos en Nochevieja, ni los personajes tienen la química y el carisma de Meg Ryan y Billy Crystal. Veámoslo. John le confiesa a Lucy que cuando mira su cara, ve arrugas, canas e hijos que se parecen a ella. En ese momento yo miré a otras caras, las de mis amigas, a las que también me gustaría ver envejecer, y nos entendimos a la perfección porque está todo mal en esta declaración de ¿amor? Todo. John prosigue: “¿Decías que como puedo quererte? Pues queriéndote.” Claro, no usa el verbo “to love” usa “to want”. Y eso me parece revelador porque la directora no puede evitar abrazar los dictados conservadores de los que quiere huir. Hay una frase en Sexo en Nueva York 2 que lo expresa mejor: “Es lo que pasa con las tradiciones, que no te gustan hasta que se te meten dentro”.
Finalmente, a cambio de estar con ella, él se compromete a ser mejor, a coger un empleo fijo, a echar más horas en el catering. Entonces se besan. He ahí la valía. Un poco en la línea reaccionaria de “Todo a la vez en todas partes” el amor ya no es evaluable en términos cualitativos, sino cuantitativos: el amor maduro ahora es pagar juntos las facturas. WELL.
Vale, sí. Queremos películas en las que la ideología, las condiciones materiales y la clase social de los personajes estén presentes, pero no confundamos esta necesidad con la asunción de que el capitalismo deba bañarlo todo, aunque lo haga. Me explico. Pareciera como si nos hubiéramos dado por vencidos también en el amor. Nada podemos hacer en el amor ante este gigante sistema, por lo que nos rendimos a su lógica, sus ritmos y a su terminología. “Trato hecho”, afirma Lucy ante la propuesta de John: “Seré tu certeza, es mi apuesta final”. Pues qué pena.
La pregunta verdaderamente interesante es:
¿Pueden salir juntas dos personas de distinta clase social? Es decir, ¿podemos amar por encima de las condiciones materiales? La idea diluida de la película es que sí porque Lucy elige a John, pero realmente se queda sin contestar porque no vemos la dinámica de una relación en la que de verdad cada parte vaya jodida de pasta. ¿Qué pasa después de que se casen? ¿Cómo es esa convivencia? En “Past lives” nos hallábamos ante una película madura y aquí me siento frente al cuento de la Cenicienta, que acaba en el momento en que son felices y comen perdices. ¿Quién caza las perdices? ¿Quién trabaja más de 40 horas? ¿Aportan lo mismo a la economía familiar? ¿Cómo pagan sus frustraciones financieras? No hay una mísera crítica al capitalismo, que se asume como inalienable. En este punto solo diré que Materialists no solo es triste, es desesperanzadora.
Entonces, ¿asumimos que la tesis de la película es aventurarse a vivir el amor como un desastre financiero? Lucy, tras recordarle una veinte veces a John que es pobre y que ella es una mala persona, le anuncia que él es la única razón por la que cree que es capaz de amar. Joder, ni Berlanga se atrevió a tanto cuando en “Plácido” los ricos alivian sus conciencias sentando a un pobre a cenar en Navidad.
Así, es un error pensar que el dilema de la protagonista es elegir entre un tío burgués y otro de clase obrera.
Por eso el final nos resulta tan anticlimático, porque no responde a la pregunta que inicia la trama. No hay dilema. Te da igual con quien se vaya porque las apuestas están por el subsuelo. Se ha desinflado la premisa. El único aprendizaje por parte de Lucy ha sido el de entender que el amor no es un mercadillo y que no puede juzgar a las personas por meros baremos. Bien, Lucy, te felicito. Te felicitamos todas. Ahora, vuelve a este siglo. A este 2025. Sé un pelín más incendiaria y cuestiónate las dinámicas relacionales a pesar del propio sistema, no asumiendo sus reglas como válidas.
Al final volvemos a los cavernícolas que se habían casado por primera vez. Lucy se pregunta “qué les hacía ser el uno para el otro”. Joder. ¿Será el nivel político o económico, será la crianza similar o “fue otra cosa como nos pasó a mí y a ti”? ¿Qué otra cosa, Dakota Johnson? Qué otra cosa, que yo la vea.
Supongo que está bien experimentar desde el género, romper las normas que existen e innovar para variar, pero, en la misma manera que los problemas del tercer acto tienen su origen en el primero, lo que no nos cuadra en Materialists viene ya desde su base, desde su planteamiento. Carencia ideológica, tal vez. Ojalá hubiese sido más valiente, también habría sido más divertida.
G.
Viva Palestina libre.
Me gusta mucho la forma en la que interpretaste la película. No suelo adentrarme a análisis tan extensos de películas que al fin al cabo fui a verla para pasar un rato con mi mamá, pero si tengo una opinión de ella. Las decisiones, y las formas de pensar de los personajes, y mas aun de Lucy, no creo que tengan razones fuertes detrás de estas a parte de su estilo de vida.
El contexto si es remarcado constantemente durante toda la película, una ciudad cara rodeada de personas que se dan cierto lujo a ciertos gastos ricos, pero no hay nada mas allá de las ideologías que no parece tener muy inculcadas, se sienten como si ella se hubiera dado por vencida a la hora de saber que es lo que piensa y lo que quiere, como si vivir en Nueva York y trabajar de casamentera a cierta edad viniera con un destino que no tiene de otra mas que acomodarse en el, incluso cuando ella pudo haber acomodado el destino a sus propias comodidades, pero no creo que tampoco las haya tenido claras. Ella solo sabe que ama a Jhon y que no quiere ser pobre, hasta ahí, no siento que quiera llegar a otra conclusión mas que a esa.
Sin embargo, a pesar de todo esto, disfrute la película como entretenimiento, no como enseñanza de vida. Los romances abarcados no me parecen malos, me parecen irrealistas. ¿Como quería Lucy que Harry la amaba si no tuvo un proceso sano, tanto personal como compartido con el, de darse un tiempo para conocerse? Esto, claramente, utilizado para gritarle a los cuatro vientos que Lucy escogería a su verdadero amor, y que ese no es Harry, pero lo hicieron de forma tan superficial que solo hizo que me causara disgusto.
Es una película agradable, pero la conclusión de "los pobres también saben amar" o "escoge el amor antes que el dinero" se siente tan... faltante, ausente. La película estaba prometida para una conclusión mas impactante, casi que cambiadora, pero se sintió, vacía, muy automática.