Esta semana he publicado una novela con Penguin Random House, ya tengo un hogar definitivo en Madrid y he vuelto a experimentar otra crisis creativa, casi identitaria. Así que hoy me apetecía una entrada más personal; poder tomarme tiempo de contaros cómo me siento tras la montaña rusa de estos días. Sobre todo, a nivel laboral y creativo. A fin de cuentas, inicié esta newsletter con la convicción de permitirme ser errática en el contenido. Ficción, ensayo, diario. La única constante aquí es mi forma de narrar. Está bien volver a valerse de la página en blanco para airear y exponer mi vida en internet a extraños que han decidido sentarse a mi vera a escuchar. Ser leída es ser amada. Sin embargo, es tremendo darte cuenta de que ya somos más de 8.000. No sé en qué momento ha pasado, pero estoy cumpliendo el sueño de mi yo adolescente. Larga vida a estos espacios.
A continuación, paso a enumeraros todo lo que pasa por mi cabeza para así poder organizarla entre todos. ¿Tiene sentido? Espero que sí.
Tengo miedo a que no me lean. (¿Me convierte en una persona vanidosa?) A la vez, siento una alegría indescriptible al pensar que la gente que me quiere, se siente orgullosa de mí al leerme. Esta amalgama de emociones me lleva a cuestionarme de nuevo mi relación con las redes sociales. ¿Cuánto hay de real en ellas? Creo que no sé establecer la línea entre lo que muestro y lo que soy. Dudo sobre mi supuesto deseo de “crear contenido” porque, seamos realistas, el tiempo que se invierte en la concepción, grabación y montaje de un vídeo mediodecente es una locura. Son horas que podría estar aprovechando en otras tareas como la escritura de un guion o de un relato. Siento que estoy perdiendo el tiempo a la vez que asumo que estoy donde estoy gracias al poder democratizador de las redes pues mi capital social es nulo.
Si solo quiero ser considerada escritora, esto es, si solo quiero escribir, ¿por qué necesito exponerme tanto? ¿Será que he convertido mi pasión en mi oficio y que necesito canalizar ese exceso de creatividad que no encuentra salida? ¿Con la creación de contenido? ¿¡En serio!? Me cago en mi puta estampa. ¡La esclavitud de la polivalencia me va a ahogar! Si incluso al coser consigo un top monísimo, pienso, ¡debería subir un vídeo sobre esto que es un simple hobby! Lo mismo cuando hallo alguna reflexión interesante. Quizá necesito que alguien me siente en el sofá y me cubra la boca con un trozo de cinta aislante. ¿Por qué pienso que voy a interesarle a la gente, más allá de mi escritura? Contadme si sabéis mejores formas de callarme. Esta no me parece tan loca. De paso, te depila el bigote.
En otro orden de cosas, he comprobado que Instagram no enseña mis stories. Es una putada ahora que trato de promocionar mi novela. ¿Sabéis a qué se debe este shadowbanning? Yo sí. Si compartes publicaciones políticas, en mi caso, de apoyo al pueblo palestino y condena al Estado genocida de Israel, Meta, en su conocido alarde libertario, te castiga. Así, mis historias han pasado de tener 4000 visualizaciones, a 300.
Justo hablaba el otro día con una conocida, Iraides, un ejemplo de artista multidisciplinar, de la dicotomía ¿burguesa? a la que nos enfrentamos: entrar en la rueda o quedarnos en los márgenes. Si escogemos la primera opción, llegaremos más holgadas a fin de mes, pero estaremos traicionando nuestros principios. Si nos quedamos en la segunda, puede que no llegue a darse a conocer nuestro trabajo. ¿Hay forma alguna de no quedarse atrás sin exponerse? Mark Fisher cree que no hay cambio posible dentro del capitalismo porque este todo lo engulle, todo lo convierte. ¿Si realmente elijo una opción estaré realmente actuando en consecuencia o solo será un espejismo que alivie mi mala conciencia? Necesito que el libro guste y que me abra la puerta al siguiente. Sí, si tuviera el privilegio de dejar las redes (esta, no), lo haría sin pensarlo: definitivamente solo quiero escribir.
Sigo encontrando momentos bonitos en la rutina. Esta mañana, el taxista que me ha traído a Atocha llevaba jazz en el coche, había luna llena y he podido romantizar mi existencia a una hora muy temprana. Me he sentido como en la parte final de un capítulo de Sexo en Nueva York. En esta línea os diré, que siguen llamándome para entrevistarme por “Girls”. Es la cuarta vez que vuelvo a verla y me estoy volviendo una experta. Me encanta que lo hagan –que contacten conmigo– porque intento meter el nombre de mi libro «Algún día nos reiremos de esto» en cualquier momento de silencio. Si no hay relación con el tema, me lo invento. Pero lo suelto. Hombre, es que yo he venido aquí a hablar de mi libro.
He comprobado que cada vez tengo más criterio propio porque no me queda otra que preguntarme a mí misma la opinión sobre cierto tema y asumir las consecuencias de ésta. Sin embargo, sigo necesitando reconocimiento, el mío no me basta. Es extraño. Supongo que tengo que acostumbrarme a la idea no solo de no estar en pareja, sino de que no me guste nadie. No pretendo llamar ninguna atención, jamás me había pasado y es absolutamente liberador. Estoy tranquila, en templanza, aunque sí que me gustaría que mi cuerpo y mi mente dejaran de estar constantemente en alerta, como si algo malísimo fuera a ocurrirme, y poder disfrutar más del lanzamiento de la novela. No preocuparme por su éxito o por su fracaso porque la vida será igualmente bella y justa si así la considero yo.
Contra mi propia palabra –escribí acerca de los problemas de turismo y de lo poco que me gusta viajar–, ha rondado por mi mente la idea de hacerme un Interrail sola.
Me analizo y trato de entender si solamente soy un meme, como cuando un cuarentón se divorcia y quiere ligar con chicas mucho menores que él, o si es un deseo genuino. ¿Estoy influenciada por Jesse y Celine de «Antes del amanecer» y pienso que algo mágico ocurrirá si me subo a un tren con parada en Viena? La sola idea de conversar con alguien en ese plan me da pereza. Y esta idea, a su vez, me da terror porque el amor siempre ha sustentado mi vida. Por una parte, me estoy desligando de esa necesidad de ser querida, de moverme únicamente en busca de validación. Me estoy conociendo a mis 28 años y me la sopla lo cliché que suene. Es así.
Es el momento de decirme qué harías tú en mi lugar:
Como sea, tampoco tengo mucho dinero y no hay margen para ahorrar de cara al verano. Supongo que acabará siendo otra temporada en Madrid. Como mucho, bajaré a casa para estar con mi madre y mis amigas. Nada de playa. La detesto la mayor parte del tiempo. Me gusta ver el mar desde la lejanía, abrigada. El mar otoñal.
Os recomiendo los relatos que Carlos está subiendo a su newsletter, Tocar Hierba. Se agradece leer ficción por aquí de vez en cuando. Este último me recuerda a uno que leí hace tiempo, ni siquiera sé quién lo escribió. Solo sé que se llamaba “El papá de Julianne” y que comparten estructura y tono. Lo leí hace años en las clases de Escritura Creativa.
Esto me llega al siguiente tema: mi educación. Joder, quiero seguir estudiando, pero el sistema no me lo está poniendo fácil. En un par de años me gustaría estar matriculada en una carrera estilo Literaturas Comparadas o Filología Hispánica, pero antes quiero seguir aprendiendo. Vale, sí, puedo hacerlo por mi cuenta. Ser autodidacta está bien, pero que algún experto en la materia te explique el mundo… pelos de punta. Voy a crear un excel con residencias, laboratorios y becas. Si queréis, lo puedo dejar por aquí cuando lo acabe. No siempre funciona. Por ejemplo, este año solicité una de las becas de posgrado La Caixa para ir a estudiar un Máster en Escritura creativa en la NYU. Lo sé, suena ambicioso. Una similar le concedieron a Connell de Normal People. Me curré durante meses la solicitud, escribí una carta de motivación con la que, como se suele decir en círculos selectos, me saqué el coño y conseguí cartas de recomendaciones de profesores extraordinarios a los que admiro cual fan. ¡Hasta me saqué el TOEFL! Creía que mi perfil llamaría la atención, pero ni siquiera pasé la fase de preselección. Y sigo como… en duelo. He sido rechazada de muchas convocatorias, pero nunca de una en la que había puesto tanto mimo. El panorama político es atroz allí, pero me apetecía vivir una temporada en el meollo de las protestas. Mi madre se alegró al enterarse y me aseguró que, con los discursos incendiarios que escribo, no me dejarían pasar del control del aeropuerto y acabaría deportada. No creo que vuelva a echarlo el año que viene. O sí.
Estoy leyendo “Dientes blancos” de Zadie Smith y estoy gozando con cómo va cambiando el punto de vista. Muy Mrs Dalloway.
Me obsesiona la versión de Pink Pony Club que ha hecho Lea Michelle. Me jode que probablemente sea sionista.
Estoy en esa fase de mi vida en donde mi algoritmo me dora la píldora a base de frases motivacionales. Solo me muestra vídeos en donde chicas que sonríen, lloran, abrazan y bailan, me hablan en segunda persona para que me identifique al completo con ellas y piense que, efectivamente, he triunfado, he superado mi trauma, he llegado lejos. Soy la “winner” de “the winner takes it all”. Yo le doy a me gusta convenciéndome de que todo irá bien. Los mejores se los mando a mis amigas para que sean ellas las que me convenzan, las que me respondan: claro que sí, Gema, es lo que te venimos diciendo siempre, TODO IRÁ BIEN.
G.
Necesito ese excel! Y también leer tu novela. Me encantó este formato notas rápidas
Si cambias de idea y, en vez de irte a NY, te animas a probar con Iowa City, dime :) Yo estoy acabando el primer año del MFA, y contentísima. ¡Un abrazo y mucha suerte con la primera novela!